IDEARIO

Ideario

Nuestros principios fundamentales son 4:
  • Confesionalidad católica.- Ello implica no sólo conformidad con los dogmas teológicos y normas morales de la Iglesia Católica, sino la cosmovisión Católica Tradicional que afecta a las relaciones sociales, al bien común que llamamos política. Se contienen en el Derecho Público Cristiano y en la Doctrina Social de la Iglesia. Son los que nos importan en política, pues se refieren a la propiedad, el trabajo, la familia, la vida, la representación, el poder, la nación, etc. Los principios católicos, cuando son refrendados por el Magisterio Eclesiástico, no son unas ideas más entre tantas. Son la voz de Dios, que nos habla a través de su Iglesia. Por tanto, no son discutibles para quien tiene Fe. Sin embargo, su aplicación práctica permite muchas variantes opinables.

  • Defensa de España.- Tratamos de defender la existencia, unidad y diversidad, grandeza y libertad de nuestra Patria, no somos Centralistas Jacobinos, defendemos una España Unida, Plural  y diversa de fendiendo sus Fueros y Tradiciones. continuando la misión de nuestros antepasados, que defendemos plenamente en la medida en que se han comportado consecuentemente con estos principios, lo que incluye políticamente desde Recaredo hasta Franco, por ejemplo. Somos pues, franquistas, reconociendo lo bueno que hizo y lo malo, como defensores de toda nuestra Historia, que culmina en el hecho glorioso y transcendente de la Cruzada Nacional, donde todos nuestros principios se pusieron en práctica, en la guerra y en la paz. Hecho que nos afecta directamente porque aún viven parte de sus protagonistas, porque de sus beneficios nos gozamos todos y porque es el referente inmediato en contraste con la actual situación democrática. De igual modo, defendemos las Cruzadas, la Reconquista, la Obra de España en América, la política imperial de España y la expulsión de judíos y moriscos no conversos. Todo lo cual no significa que vayamos a reproducir miméticamente cualquier periodo pasado, cosa imposible, sino que nos inspiramos en sus mismos principios, defendiendo la empresa histórica inspirada por los mismos, a cuya continuidad aspiramos. Tal continuidad se dificulta si las "leyendas negras" que manchan nuestra Historia engañan a los españoles, por lo que necesitamos limpiar de tales mentiras la conciencia de muchos españoles, acomplejados de serlo precisamente por eso, por las mentiras. Muy por el contrario, tenemos la historia más gloriosa entre todas las naciones del orbe, no sólo por los actos bélicos, sino por la civilización erigida y las múltiples iniciativas culturales, religiosas, sociales y políticas.
  • La Tradición Española.-

No es otra cosa que el pensamiento de los españoles sobre sí mismos, sobre el porqué de nuestras vicisitudes históricas, nuestras costumbres, nuestras instituciones. De forma que no es una ideología, sino la auténtica España que reflexiona sobre sí misma y reacciona contra la agresión masónica y liberal. Este pensamiento tuvo una dinastía monárquica que lo acaudilló. Por eso se llamó carlismo y combatió en los campos de batalla contra el liberalismo en 3 guerras civiles durante el siglo XIX y también en la Cruzada del 36, donde los combatientes requetés añadieron, como muchos católicos más, el ¡VIVA CRISTO REY! a su famoso lema "Dios, Patria, Fueros, Rey". Entre sus pensadores más eminentes, no todos carlistas, están Vázquez de Mella, Víctor Pradera, Nocedal, Donoso Cortés, Balmes, Aparisi Guijarro, Menéndez Pelayo, Ramiro de Maeztu, Vegas Latapié, Elías de Tejada, Rafael Gambra, Blas Piñar...
  • El Nacional-Sindicalismo.-

  • Resulta ser la Tradición Española puesta al día, aplicada a los problemas del siglo XX. El binomio es inseparable, la Nación y la Justicia Social. Uno sin el otro son imposibles. Hay que engrandecer la Nación, misión de destino en lo universal, lo que no puede hacerse con españoles míseros. Y la Justicia Social, que da a cada uno lo que le corresponde y proporciona a cada español el máximo de oportunidades ligadas a su talento, no de forma individual, sino en ligazón inseparable con su familia, su trabajo, su municipio, su nación. La idea económica fundamental es hacer partícipe al trabajador de los medios de producción, como fórmula magistral para evitar la explotación y la lucha de clases. Que el taxista tenga su taxi, el campesino su tierra, el tendero su comercio, y los trabajadores sindicados su presencia en los consejos de administración de las grandes empresas, su participación en beneficios e incluso la propiedad plena, en régimen de cooperativa, sdad. anónima laboral, cogestión, etc. Además, esos trabajadores agrupados sindicalmente tienen representación en todos los órganos políticos, sean municipales, territoriales o nacionales, y nada se legisla a sus espaldas o contra sus intereses, sin su participación. La formulación teórica corrió a cargo de los fundadores de la Falange y las Jons, José Antonio Primo de Rivera, Onésimo Redondo, Ramiro Ledesma Ramos, Ernesto Giménez Caballero, etc. Su aplicación práctica durante el Régimen de Franco y bajo su caudillaje, proporcionó inmensos beneficios a los trabajadores españoles, empleo fijo, vacaciones pagadas, descanso semanal, Seguridad Social, pensiones, Mutualidades Laborales, Universidades Laborales, viviendas, tierras propias, cooperativas, regadío, Sección Femenina, etc. En tal labor se destacaron Pilar Primo de Rivera, José Antonio Girón de Velasco, Suanzes, José Luis de Arrese, Dionisio Martín Sanz, etc.


Catolicismo y subsidiariedad
M.C.E.  tienen un sentido muy nítido de cual es su misión. No somos los más guapos, ni los mejores, ni los más listos, ni los más fuertes, ni los únicos, expresiones que se utilizan frecuentemente en otros casos trasluciendo un cierto sectarismo en el que incurren con facilidad muchas obras buenas, o más exactamente, buena parte de sus afiliados. Porque de tal manera se centra uno en lo suyo propio que con facilidad olvida que forma parte de un inmenso ejército, de un cuerpo místico, de una Iglesia que sí es la única, la verdadera, la mejor por excelencia y por esencia.
El agobio de sacar adelante una obra, el volcar todos los afectos y potencias en esa empresa, de tal modo marcan y condicionan, que sólo queda tiempo para "eso", para lo suyo. Así se cae en un cierto sectarismo, o si se prefiere una palabra más amable, capillismo, en asociaciones ciertamente buenas y que realizan labores beneméritas. Cuando no se incurre en un defecto más grave de sentir cierta rivalidad y practicar la competencia desleal, a base de calumnias, medias verdades, intentos de captar a los militantes del otro grupo o boicotear su propaganda, por ejemplo.
Es verdad que no se puede ser comprometidamente militante y dirigente de cosas distintas a la vez, pues se cumple la sentencia evangélica de que "no es posible servir a dos señores a la vez". Pero sí se puede apoyar todo lo bueno. Eso es lo que hacen MCE
No creemos que el mundo empieza con nosotros, ni que somos el ombligo del mundo, ni que tenemos la fórmula mágica que a nadie se le había ocurrido. No queremos abarcarlo todo, ocuparlo todo, dominarlo todo, porque eso es totalitarismo. Somos humildes porque vemos nuestra pobreza y nuestra impotencia ante los males de España y del mundo. Somos conscientes de que necesitamos la muchedumbre de obras buenas que otros realizan y damos gracias a Dios porque hay alguien que lleva el peso de su realización. Nosotros sólo tenemos que apoyarlas. Gracias a que hay unos periódicos no tenemos que crearlos nosotros, sino aprovechar su existencia y difundirlos. Y lo mismo con las editoriales, asociaciones pro-vida, de ex combatientes, fundaciones, uniones seglares, etc. Eso en el espacio más próximo que afecta a nuestra misión. En otros ámbitos, hospitales, asilos, misiones, clausura, vocaciones, teología, arte, ciencia, etc., vemos con la misma claridad la necesidad de esos millones de hermanos nuestros consagrados a obras buenas.
Así pues, la aplicación del principio de subsidiariedad nos lleva a valorar todo lo bueno que existe, ocupándonos nosotros de hacer algo que los demás no hacen o no lo suficiente. La catolicidad, la universalidad en su acepción más eminente, nos lleva a apoyar todo lo bueno.

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